Adaja va, lentísima corriente
por tu dorada piel embellecida,
lamiendo con su lengua tanta herida
como el tiempo te hizo. Bajo el puente
recita el agua casi balbuciente
la flor de los romances, la perdida
canción. Intenta luego en la crecida
aprender otro ritmo, ese estridente
crujir de llantas sobre el puente nuevo.
Jacinto Herrera Esteban