Me duelen las ramas del cerezo
cuando se acerca abril.
Ese blanco robado a los inviernos
y a las cimas.
Ese empeño en exhibirse,
a pesar de los ojos cerrados
de los nuestros.
Esa fugacidad
que las conduce
hacia el rojo maduro y exultante
con el que las desnudarán
nuestras bocas
en la última fase de un ritual,
que se inicia
tenazmente
cada marzo.
En el Valle del Jerte
Inma Chacón