En el silencio, desde Puerta Real, contemplábamos, allá en lo alto de la montaña, la blanca nieve. En el silencio, visitábamos el Generalife y oíamos susurrar el agua entre los mirtos. En el silencio abarcábamos desde la Torre de la Vela al vasto y soberbio panorama de la Vega. En el silencio, asomados a una galería del camarín de Lindaraja, veíamos en lo hondo, las frondas tupidas que bordean el Darro. ¡Horas plácidas de Granada! ¡Horas inolvidables de la adolescencia!.
Azorín